26.9.05

9._ Parmenismo

A veces utilizamos también el término "visión de vuelta" en otro sentido, más lato, pero íntimamente relacionado con el anteriormente mencionado. Se trata de la concepción "parmenídea", que atribuye verdadera realidad sólo al ser inmutable y eterno, oponiéndose así a la concepción "heraclídea" que ve en el cambio el fundamento de lo real.
Desde el interior del proceso evolutivo, en medio del movimiento y devenir de todas las cosas, el punto de vista "heraclídeo", que también en este sentido amplio llamamos "visión de ida", es el más inmediato y natural. Sin embargo, la mentalidad humana, en su afán de orden y estabilidad, necesita construir entidades permanentes, captar sustancias, causas, esencias inmutables, para proporcionarse un conocimiento sólido de la verdad que se esconde tras las apariencias; así llega a la metafísica, al reino inteligible del ser, al platónico mundo de las ideas.

Desde este "mundo ideal" contempla al "mundo engañoso" de la apariencia sensible como si se tratase de una prisión, o una oscura caverna, de la que el espíritu humano necesita liberarse. Ambas visiones, la parmenídea y la heraclídea, la "de vuelta" y la "de ida", aparecen pues como contradictorias, aún siendo ambas naturales a la mente humana; pero su mezcla o confusión conduce a la paradoja, a las aporías, a la perplejidad.

La visión "de vuelta" parmenídea, platónica, apolínea, ha sido y es fundamental en nuestra cultura; pero su predominio, con su dualismo que conlleva el menosprecio de lo material --y del cuerpo, por consiguiente-- ha llevado muchas veces a una concepción incompleta de la naturaleza humana, a lastrar el pensamiento con ideas absolutas indiscutibles, y a obstaculizar el conocimiento empírico. También ha conducido a las concepciones deístas, que separan a Dios de la naturaleza, excepto por "emanaciones" involuntarias o por supuestas intervenciones sobrenaturales.

Sin embargo, al ser sometida dicha concepción a crítica para corregir sus errores y abusos, ha sido rechazada también en sus aspectos indispensables para la mentalidad humana, lo que ha conducido al relativismo, al nihilismo, a la licencia indiscriminada, y al ateísmo.

Pensamos que nuestra "visión de vuelta" teísta, que cree en el Ser uno y trascendente, pero también en su inmanencia y en su emergencia, y que, sin mezclarse con la "visión de ida", la acepta como válida e incluso como complementaria, es la que resulta más adecuada para la mentalidad humana.

Por otra parte, conviene señalar que con el emergentismo quedan superados, a nuestro juicio, tanto el dualismo materia-espíritu como el monismo materialista o espiritualista. Cada nivel de emergencia determina un nuevo aspecto de la materia, o del espíritu que es su contrapartida. Así se define una especie de pluralismo emergente, que va más allá del monismo sugerido por la relativa continuidad del proceso. Esa continuidad no es realmente tal, debido a que cada nivel trasciende radicalmente a los anteriores. Puede, entonces, concebirse a la materia como aspectos –inmanentes-- del espíritu, o al espíritu como aspectos –emergentes-- de la materia.

Señalemos también que la lógica clásica, con su concepción estática cimentada en los principios de identidad, no-contradicción, tercero excluído, y de que "nada sale de la nada", debe quedar superada por una nueva lógica dinámica, basada en el principio de devenir de todas las cosas, la composición de contrarios y la síntesis dialéctica, y la emergencia espontánea creativa de auténtica novedad. Nos parece que la lógica estática es de la dinámica --como la física newtoniana de la relativista, como la geometría euclidiana de la riemanniana--, una "simplificación localmente válida", indispensable para efectos prácticos, para el ámbito usual, --"de andar por casa"--, pero insuficiente para la cabal comprensión de la totalidad.
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